Siempre es gratificante leer un nuevo libro de Mario Satz (Coronel Pringles, Argentina, 1944; residente en Barcelona desde 1978). Satz es un sabio, tal vez el hombre más sabio en el actual escenario de la literatura española. Autor de numerosas obras de ensayo, narrativa y poesía, es experto en Cábala así como en todas las ciencias orientales; reputado biblista y traductor, domina los resortes de la antropología de los pueblos y posee conocimientos asombrosos de las disciplinas más variadas, desde la botánica a la semiótica, la física cuántica a la química orgánica. De todo ello nos hablan sus libros, como de ornitología, o materias tan peregrinas como la apicultura, entomología o palinología, que a todo alcanza su enciclopédico saber: la vida secreta de las abejas, las transformaciones inauditas de las mariposas, el estudio de los diversos pólenes, siempre en clave simbólica, esto es como una alegoría del espíritu. Ha viajado por medio mundo, observando las costumbres y estudiando sus lenguas y libros sagrados. Dicho lo cual, lo procedente sería calificarlo de polígrafo a semejanza de los sabios renacentistas, o de los naturalistas de gabinete del siglo XVIII; pero no: lo que define a este hombre es la filosofía, pues hace de su vida un aprendizaje de los vastos conocimientos del saber humano, pero más aún porque hace de su voluntad un permanente ejercicio de aspiración a la fraternidad universal. Es la actitud de entrega lo que le motiva, más que la búsqueda de datos concretos, lo que en él es pura ascesis para acceder a un estado de conciencia plena. Así pues, vive lo que escribe y escribe para seguir viviendo.
Hace muchos años que publicó El ábaco de las especies (1994), pongo por caso en el género ensayístico, y aún no se me va la impresión: era un descubrimiento tras otro, a cuál más sutil y sorprendente. Con él confirmé que la sabiduría es un grado de belleza, pues comporta emoción análoga. Como también de hace muchos años es Azahar (1996), una novela que despierta los sentidos, esto es, una fiesta de la palabra concebida como participación, no sólo transmisión, de lo sublime. Ahora acaba de dar a la luz La música de las esferas (Ed. Dairea, Madrid, 2014).
En La Música de las esferas tenemos a dos mujeres y un raudal de pompas de jabón. Una mujer es Consuelo Hess Teodoro y Asor Kokoro la otra; ésta quien escucha y escribe, aquélla quien habla. La cual va contando su vida, pero no solo esto, sino las enseñanzas que se desprenden de ella, ilustrándonos con apólogos y fábulas, a usanza antigua, tan sabrosa. Consuelo es comadrona y ayuda a morir en hospitales a enfermos desahuciados. Lo hace provista de un arpa celta, una flauta de cristal y un aro para expeler pompas de jabón. Simultáneamente, Asor, física de profesión, afectada de un cáncer que ha logrado superar, va desgranando lo suyo: es decir, su vida, desprovista de la presencia del padre.
¿Qué representan las burbujas de jabón? ¿Qué conexión puede haber en ellas con el tránsito de la muerte? Este es un libro esperanzador y gozoso. Satz anda muy lejos de lo que hoy puedan ser las preferencias comunes del imaginario colectivo, sometidas a la alienación de los grandes espectáculos de masas y los libros multitudinarios, escritos para divertir y cosechar un éxito tan avasallador como efímero. No es esto lo que podemos encontrar en Satz; sí reflexión, sí conocimiento de la psicología humana, sí placer sensitivo. Las pompas de jabón, en esta historia, significan almas. Y su curvatura y color, la iridiscencia de su membrana envolvente, su propia ingravidez vibrante, las esferas pitagóricas en las que las almas se integran, luego de descarnar. Estamos ante una metáfora de lo trascendente. Consuelo presta eso mismo que es su nombre a los agonizantes, y allá donde no llega el confesor, pues al fin su labor ha terminado, empieza ella, con el permiso de la familia y los médicos, a desplegar esa música de flauta y arpa, traslado sonoro de la música de las esferas, donde hay que integrar esa alma del agonizante, tras que éste se concentre en las pompas de jabón, que despliega en ese momento, hasta hacerlo sentir, al agonizante, en el interior de las mismas.
Muy propio de Satz es el zigzag entre lo de Arriba y lo de Abajo. Esto es, bajo lo de arriba, y el misticismo animista que lo compone, Mario Satz dedica páginas y páginas a la química y mecánica de ese objeto que nosotros asociamos a los juegos de infancia, y que, por su novela, nos enteramos de su alto significado simbólico y espiritual. Y lo hace esto último con morosidad de tallista de lo precioso, con delicadeza de un pulidor de lentes. La paciencia es, desde luego, una de sus cualidades, pero también la alegría de indagar en sus razones puramente físicas y materiales: sus moléculas hidrófobas e hidrófilas en oposición, su gravitación en proporción al peso. La novela, por otra parte, constituye un alarde de conocimientos de tres de los pilares fundamentales de la espiritualidad humana: Tíbet, China y Japón. El budismo zen, el taoísmo, el shintoísmo. Qué delicia ver y, acto seguido, saber.
Consuelo es hija de judeoalemana y un griego de Esmirna, comerciante de especies en Barcelona, se casó con un hombre del que tuvo hijos a los que no profesa dedicación especial y su gran amor fue su maestro Drukpa Rayana, con quien no tuvo trato carnal. Asor, hija de catalana y japonés, busca su identidad profunda en este cruce genético de sangres y afectos. Lo que, narrativamente, da mucho de sí. Ambas dialogan, se explican, aprenden en el ámbito de una amistad complementaria. Siendo así, la obra se convierte en una novela introspectiva, pues constata el proceso psicológico evolutivo de ambas. Se concitan en su argumento viajes que pudiéramos calificar de iniciáticos, singularmente a Japón, a la búsqueda del padre de Asor, un Japón donde han irrumpido los modos de vida americana, cuya vulgaridad y grosería mercantiles amenazan los ritos milenarios de la cultura más decididamente estética del mundo. Es el sino de nuestro tiempo, el kali-yuga, la época más antiespiritual de la Historia. Pero sobre todo, La música de las esferas viene a ser una novela cuyo centro gravita en lo escatológico del tránsito hacia la Otra Realidad. Y esto a la luz de las concepciones de las diversas religiones de Oriente y Occidente. Oriente rechaza la culpa y por ello el sufrimiento como redención; el Occidente judeocristiano es inseparable de la culpa y el sufrimiento. Pero ambos consideran que sin el perdón es imposible llegar al fondo de nosotros mismos. Así he creído interpretarlo a tenor de estas sapientes páginas.
Moridera, la llamaban algunos, a Consuelo, en neologismo resonante de mágicas evocaciones. Cuando ella muere, es Asor quien se hace eco de lo que ella decía, feliz resumen de los principios que rigieron su vida: “Todas las organizaciones sociales, iglesias, clubes, partidos políticos, están interesados en el mínimo común denominador, y yo, por el contrario, estoy interesada en el máximo común denominador. Todas las instituciones prometen algo a cambio de algo; yo pienso que hay que vivir sin promesas, como la misma respiración: diciendo adiós para siempre al suspiro que se va y no temiendo por el que viene a reemplazarlo”.
Mario Satz estuvo en Guadix, invitado por el aula Abentofail, en su sesión 34, abril de 2004. Nos descifró arcanos de la Cábala, tal vez la primera vez que se habló de ello en Guadix, cuya judería fue famosa desde la Diáspora. Le recuerdo, luego, en silencio, aprehendiendo el paisaje donde se asentaron sus antepasados sefarditas. Todo en él fue reencuentro y seducción. Desde entonces ha venido enviándome mensajes por vía cibernética, como mensajes en una botella. No en vano esta es la tierra del Náufrago metafísico, aquel filósofo autodidacta que creó Abentofail.
Por Antonio Enrique
4 respuestas a “La música de las esferas.”
Me gustaría saber más sobre Mario Satz.
Irgendwie mag ich die Fotos trotzdem. Die haben diesen unpetfekren Charme von alten Fotografien – obwohl ja das eine mit dem anderen eigentlich gar nichts zu tun hat.
lamentablemente no hablo ni leo alemán, pero aún y así te agradezco tus palabras y el comentario sobre el libro, que de verdad vale la pena de leer. Cordiales saludos, Mario.
Trataré de conseguir este linro y será el primero que leeré!
Fascinante lo que se emana de todas estas bellas páginas de Internet!