En días tan aciagos y amenazantes como los que vivimos, confinados y víctimas de la sed de noticias, a la espera del milagro de una vacuna contra el Covid 19, cada quien se busca un hábito para pasar el tiempo o hacerlo más permeable, menos pesado y compacto. En mi caso volví a las acuarelas, pues me es imposible leer o escribir, dedicarme siquiera unas horas a los gajes de mi oficio. Volví, pues, a los pájaros, mis amadas aves, de las que-hace años-hice un centenar o mas de acuarelas.
Trabajo en un tamaño pequeño y trato de mantener la escala, aunque refleje especies distintas. El secreto de la acuarela lo tiene el agua, de la que es preciso hallar la justa medida. Algunos colores son fáciles y agradecidos, el amarillo por ejemplo. Sospecho que esa facilidad procede de la materia de la que está hecha la pastilla. El negro, ah, el negro. Es un completo misterio y ayuda mucho dominarlo, pero cuando apoyo el pincel en él y en lo pintado por su oscura substancia, las cerdas desaparecen: negro en negro no se ve nada, al revés del blanco, con el cual se reparan muchas imágenes aunque su grado de solubilidad sea bastante variado e irregular. Si me preguntan por qué acuarelas, creo que sé la respuesta.
¡Amo su levedad, su rapidez, su elegancia, su economía!
Intento concentrarme pero no siempre lo logro. Una vez acababa la imagen, la comparto por correo con mis seres queridos. Es una manera de decirles que estoy bien y que el color, los colores, son un gran remedio, además de las alas de los pájaros que nos llevan, al menos con la imaginación, de aquí para allá.
Hace unos años fueron mariposas, mucho más difíciles de pintar que los pájaros por la complejidad de sus dibujos. Algunos de mis amigos han sido tocados por el virus y se recuperan con diversa fortuna, advirtiéndome acerca de lo difícil del trance. No me atrevo a preguntar cómo pasan su tiempo, mi esposa aprovecha el suyo para dedicarse a la restauración o la jardinería. Mis hijas trabajan por ordenador, a distancia, y sostienen que cansa mucho más que el cara a cara. Aunque me han sugerido que puedo dar clases de eso modo, no me atrevo. Es probable que no tenga escape, pues no podremos reunirnos, mis compañeros de estudio y yo, hasta dentro de meses, tal vez en setiembre, eso si el calor amaina y los peligros remiten.
Sé que parte de mi colección de pájaros ya tiene destino, las salas de un hotel de renombre, pero como el turismo está suspendido, aletargado entre el temor y las restricciones sanitarias, aún ignoro si el pedido se mantiene. Resulta bastante difícil recuperar la mano e incorporar al estilo una cierta y natural prolijidad, sobre todo si has estado alejado del oficio muchos meses, tal vez un largo año.
Decía Tu Fu, el clásico poeta chino, que «acabado el poema dioses y demonios quedan estupefactos». Podría aplicar la frase al sentimiento que me invade cuando alguno de mis pájaros parece dispuesto a volar, se lo ve bien vivo y algo parecido a la felicidad nos une a ambos, pintor y pintura. El secreto, uno de los tantos, de la felicidad, está muy relacionado con los colores y sus armonías, tal vez porque responde a lo que el Génesis bíblico, aludiendo al arco iris, llama un «pacto con lo viviente». Mientras los muertos se parecen todos entre sí los vivos, humanos o animales, plantas o flores, exhiben sus diferencias y matices diferenciales.
Nadie imaginó, me parece, cómo sería vivir una pandemia, al menos en nuestra generación. Ahora que lo sabemos experimentamos la nostalgia por lo ausente, sufrimos sus restricciones y electos colaterales. Poco a poco acontece lo que alguien, no sé quien, ha llamado, mal llamado, ineficazmente llamado, «la nueva normalidad».
Como profesional de la palabra me chirría, no me agrada, me parece incluso estúpida la expresión. Alguien, quizá, se atreva a decirme que pinto pájaros porque me quiero alejar volando de esta situación. No lo niego, aunque creo que los hago por amor, para disfrutar y compartir su belleza. Algún día deberé extenderme para hablar de todos los detalles de esta experiencia. No hoy.
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✓ Interesados en comprar alguna acuarela, escribir al autor.
E-mail: mariosat@telefonica. net
2 respuestas a “Pintando acuarelas en una época oscura.”
Hola querido Mario,
quisiera saber cuanto cuestan tus acuarelas.
Por ej esa de dos pajaritos juntos al principio de tu articulo sobre de como pasas estos tiempos de encierro.
Un abrazo grande grande y mil gracias por tu trabajo!
Pamela Toutparfait
Pamela, Mario se estará poniendo en contacto por mail. ¡Gracias por escribir! Un abrazo.